Península de Tihany. Lago Belsó-tó (Hungría)

miércoles, 18 de abril de 2012

LA CULTURA SIN TIERRA

Unos ciento cincuenta mil tibetanos viven en el exilio

(Este reportaje se realizó en el 2010. Actualmente Lobsang Sangay es el actual Primer Ministro en el Gobierno en el Exilio en Dharamsala, India, y Thubten Wangchen es el representante por Europa en Parlamento Tibetano en el exilio)

Primera Parte
Laura Canal - Barcelona
No hace mucho, los Mossos d'Esquadra volvieron a avisar al Lama Thubten Wangchen, director de la Fundación Casa Tíbet, para que no andase solo por la calle de noche, que había gente que vigilaba constantemente todos sus movimientos. A él ésto no le venía de nuevo. El consulado chino tenía espías que controlaban todos sus movimientos. Un ejemplo claro eran los dos restaurantes japoneses que había en frente de la institución que dirige. En realidad lo gestionan chinos. Más de una vez, sus amigos le habían avisado que en ellos había gente del consulado observando a través de los cristales tintados todas las acciones que se llevaban a cabo.

Los orígenes
Thubten Wangchen nació en Tíbet, el altiplano a mayor altura de todo el planeta con una media de cuatro mil metros de altitud sobre el nivel del mar. En 1959, con tan solo cinco años de edad, tuvo que abandonar su casa, a causa de la toma de los chinos del País de las Nieves. La invasión fue muy violenta. Pero ¿qué invasión no lo es? En toda ocupación, siempre se recurre a la barbarie, a la sangre y a las matanzas. Su madre fue una de esas víctimas, la asesinaron como a tantos otros tibetanos de forma cruel, porqué su padre ocupaba un cargo importante en el Ayuntamiento. La encerraron en un campo de trabajo y, aún estando embarazada, la sometieron a trabajos forzados y una alimentación tan escasa que acabó falleciendo.

Su territorio histórico fue dividido, así dos tercios de éste y su gente fueron incorporados a la República Popular China y el resto se convirtió en una "colonia" dirigida por el totalitarismo chino. Cuando se creó la República Popular China se dictaminó que se "iría a liberar al Tíbet de los invasores extranjeros y reintegrarla a la Tierra Madre", pero entonces solo 6 extranjeros habitaban el Tíbet. De hecho en Lhasa vivían 300.000 personas, y hoy, las dos terceras partes de la población son chinas. Ahora el mapa de China es muy grande, pero sin la parte del Tíbet, China queda muy pequeña. Wangchen Lah asegura que su tierra es 4 veces la extensión de España, por eso los chinos no quieren perder territorio.


Mapa Tíbet


Wangchen Lah, con la túnica característica de los religiosos budistas, en tonalidades granate y naranja, suele recibir a sus invitados en su despacho; un lugar lleno de símbolos de su nación, fotografías con grandes personalidades del mundo y elementos de sus creencias. Es delgado, de estatura media y va rapado. Sin dejar de sonreír ni regalar carcajadas, rompe todo tipo de estereotipo de monje budista serio y silencioso que uno suele imaginar.


 
Thubten Wangchen, director de la Fundació Casa del Tíbet


Hace casi 28 años que vive en Barcelona y es el director de la Fundación Casa del Tíbet de esta ciudad, lugar donde, básicamente, dan conocimiento de su cultura y llevan a término proyectos de ayuda a campamentos para que los niños tibetanos reciban estudios y no pierdan contacto con sus raíces.

¿Cómo terminó aquí? “Gracias al hachís”, cuenta sonriente. En 1981 un grupo de hippies españoles llegaron a India para buscar marihuana. Encontraron hachís, pero también maestros hindúes y tibetanos. Ese grupo de hippies invitaron a un maestro tibetano a España, y le pidieron, ya que hablaba inglés, que los acompañara como traductor, y se quedó.

“Todos queremos vivir, nadie quiere morir”, manifiesta con dureza. Por eso, la única alternativa que le quedó a su padre fue abandonar su tierra acompañado de sus hijos, y junto a gente del pueblo en el que vivía, para poder salvar su vida. Se refugió en Katmandú, Nepal. Ahí se convirtió en “un niño de calle”, lugar donde tuvo que mendigar pidiendo comida para sobrevivir. Cuando Dalai Lama llegó a la India, todos los tibetanos que huyeron querían estar cerca de él. La familia de Wangchen Lah atravesó el país para poder sentirse cerca del líder espiritual budista. Pero la situación no mejoró.

Las condiciones en aquel país eran muy precarias y existía una pobreza extrema, no muy distinta de la situación actual. Dalai Lama pidió al gobierno indio que, por favor, escolarizasen a todos los niños que pedían en la calle, ya que ellos eran el futuro de su tierra y necesitaban ser educados. Jawaharlal Neheru, padre de Indira Gandhi, empezó a recoger a niños calle por calle. Llegaron a ser 1.000 herederos del Tíbet en una escuela, donde recibieron una excelente educación de manos de maestros indios y tibetanos. Wangchen Lah pudo recibir estas enseñanzas y aprendió la cultura, la historia, el arte y la lengua tibetana e india, además de la religión budista.

La vida era muy dura en esa época y fue en la escuela donde decidió convertirse en monje budista. El quería vivir pacíficamente y la vida que reflejaban sus maestros era todo lo contrario. Los lamas le enseñaron a mantener la calma mental, ser feliz y no hacer nunca el mal. “Siempre nos daban comida para que no pasásemos hambre”, asegura. Por eso, con dieciséis años abandonó su vida anterior para dedicarse por completo a la religión, con el apoyo incondicional de su padre. Desde entonces no se ha separado de su hábito color granate.

Dice que la actitud positiva la aprendió de su maestro, el mismo Dalai Lama, con quien estudió cuando decidió dedicarse por completo a su religión en Dharamsala, lugar donde se encuentra el gobierno tibetano en el exilio. Entró en el monasterio del líder espiritual: “He tenido una gran suerte en mi vida. He pasado once años estudiando con él”. Se inspiró, aprendió, siguió sus pasos y, todavía hoy, se siente afortunado de haberse formado con él, pese a los obstáculos que ha tenido que superar.

Lobsang Sangay es uno de los candidatos a primer ministro en el gobierno en el exilio. Es alto y moreno. Suele vestir formal, consiguiendo dar una impresión de seriedad, pese a que luego sea todo lo contrario. Nació ya en el exilio, fuera del Tíbet, en la India. Sus padres escaparon el mismo año de la gran revuelta del 10 de marzo, debido a la situación de represión y violencia que se vivía en esos momentos en el altiplano. Sufrieron mucho, como muchos tibetanos, puede que demasiado. La familia de su padre tuvo consecuencias muy negativas, un castigo de los chinos. Tenía nueve tíos; algunos murieron en la guerra por la libertad de sus derechos, otros están en prisión por manifestarse y el resto escapó. Su familia se dividió y perdió a gente importante, pasando por momentos insoportables.

Pese a la situación de pobreza, ha estudiado en Darjeeling y se ha formado de la mejor manera para poder ir a la universidad, y realizar su gran sueño, luchar por los derechos de los tibetanos. Sangay se ha convertido en el primer tibetano del mundo, de entre seis millones, en licenciarse en la Escuela Superior de Derecho en Harvard. Gracias a ello, actualmente, es un experto en Tíbet y en leyes de los derechos humanos internacionales. Todo un recorrido que ha sido reconocido en muchos países menos en la China, lugar donde tiene cerrada la entrada. Por eso jamás ha estado en la tierra de donde provienen sus orígenes, cosa que desea de manera ferviente.


 Lobsang Sangay

¿Invasión o liberación china?
Actualmente, las calles de Lhasa, la tierra de los dioses, están llenas de policías y de soldados. Mientras que los chinos tienen total libertad de movimientos, los tibetanos deben someterse a innumerables controles y interrogatorios. A menudo son detenidos sin saber la razón y otras apaleados por decir alguna cosa 'incorrecta'.


Todo empieza el 10 de marzo de hace 51 años. La población tibetana se levantó en contra de la ocupación china y 300.000 tibetanos rodearon Potala, el palacio donde vivía el Dalai Lama para protegerle de un probable asesinato o secuestro. La respuesta fue una represión violenta que obligó a decenas de miles de personas a abandonar sus tierras y buscar refugio en el exterior. El gobierno chino tomó medidas desproporcionadas para disolver las protestas. Desde entonces, más de 1,2 millones de tibetanos han muerto como resultado de la ocupación. Y en ese día algunos son arrestados, maltratados, encarcelados y condenados por expresar en voz alta sus sentimientos y deseos.

Nada de lo que cuentan ocurrió de golpe. Todo empieza con una manifestación pacífica de unos 500 monjes del monasterio de Drepung, que fueron golpeados por soldados y policías. Fueron dispersados y algunos detenidos, también cortaron el subministro de agua en el monasterio, provocando un asedio de hambre y sed. A partir de entonces y hasta el 14 de marzo, cientos de monjes y monjas salieron a la calle para protestar y fueron igualmente reducidos. Hay que aclarar, que la comunidad monástica es una de las tres joyas del budismo. El gobierno chino les falta el respeto continuamente, los insulta calificándolos de parásitos y los obliga a separase de su líder.

Según los exiliados, se trató de un levantamiento justificado cuyo objetivo era liberar la región de los himalayas de las garras de la opresiva China. Pekín tiene otra versión. Dice que fue un complot de la clase alta, que deseaba mantener su dominio feudal sobre gente esclavizada y que “unos cuantos tibetanos se volvieron locos”. En más de una ocasión ha manifestado que condujo a millones de siervos y esclavos a ser dueños de su destino. El gigante asiático cree que este proceso no es menos significativo que la emancipación de los esclavos en los Estados Unidos. Para conmemorar la ocasión, el gobierno chino anunció recientemente que el 28 de marzo será declarado el Día de la Emancipación de los Siervos. Pocas veces han existido dos versiones tan diferentes de un mismo hecho histórico. Y la diferencia de opiniones continúa hasta hoy.

No sólo es este genocidio ya de por si execrable, sino que la ocupación ha convertido al Tíbet en un basurero nuclear, en un monumental saqueo de los recursos naturales y en una invasión. Para los tibetanos, tanto las montañas como los lagos son sagrados ya que actúan como habitáculos de los dioses. Pero a los chinos todo esto les da igual. Durante los últimos años no han dejado de vaciar montañas y lagos, porqué están llenos de minerales de gran valor como uranio, oro, bronce y cobre. Además, vacían en ellos todos los residuos nucleares. Lo que durante años era un ecosistema insólito, hoy se ha transformado en explotaciones mineras.

Ser tibetano hoy
En el mundo hay 150.000 tibetanos en el exilio repartidos en veinte países -India, Nepal, Bhutan, España, Bruselas, Estados Unidos, etcétera-. El 75 por ciento de la población que ha huido son menores de 45 años de edad. Concretamente, en Cataluña ya son prácticamente 80 desde 1959 hasta el día de hoy. Es decir, hace ya 51 años de la incursión china y aún sigue existiendo una dura represión. Los exiliados se establecen lejos de su casa, traviesan la frontera ilegalmente a través del Himalaya. Dalai Lama es el exiliado número uno y, aunque es tibetano, ha vivido más tiempo fuera que en su propio país.

La diáspora tiene que esperar y confiar que un día la situación cambie para poder regresar a su antigua vida. Hoy, los que viven en el extranjero y que deciden regresar se tienen que someter a una rigorosa investigación de su vida, presente y pasada, y tienen que ofrecer garantías sobre su comportamiento durante su estancia.

Gendüm Chökyi Nyima es el XI Panchen Lama, un niño tibetano de once años que fue preso político, el 17 de marzo de 1995, y del que no se ha vuelto a saber nada más. Algunos funcionarios han declarado que se encuentra bajo la protección del gobierno "por su seguridad". El gobierno chino consideró esta identificación incorrecta y nombró a otro niño, Gyaltsen Norbu, como Panchen Lama.

El caso Chökyi Nyima ha sido denunciado por múltiples organizaciones y gobiernos de todo el mundo. Probablemente nos encontramos delante del preso político conocido más joven de todo el mundo. La respuesta del gobierno ha sido, como es habitual, el silencio absoluto. En Lhasa, la capital del Tíbet, las fotografías del pequeño circulan de mano en mano entre los tibetanos, a pesar del peligro de encarcelación por la simple posesión de estas imágenes.

Gendüm Chökyi Nyima, el XI Panchen Lama

El director de la Fundación Casa del Tíbet explica que el exiliado más joven que ha conocido tan solo tenía ocho años. Han escapado muchos, porque el deseo de los padres es que sus hijos aprendan su cultura, y en el Tíbet, en estos momentos, es totalmente imposible ya que enseñan solo la china. Por eso los envían a la India para que puedan recibir una buena educación, aún sabiendo que corren mucho riesgo. Algunos mueren en el camino congelados y otros mueren de agotamiento atravesando las montañas del Himalaya, mientras el resto llega a Katmandú desnutridos o con alguna parte de su cuerpo helada debido a las bajas temperaturas. También es posible escapar pagando a nepalís o a sherpas para que te ayuden a escapar. Casi siempre te conducen hasta Dharamsala para que, tanto jóvenes como viejos, puedan realizar su sueño; ser recibido por su líder espiritual, el XIV Dalai Lama.

Pero desde la revuelta del 10 de marzo del 1959 el control es muchísimo mayor y, muy a menudo, se vuelve exagerado. Se hace imposible poder escapar, y si te atrapan lo más seguro es que no salgas con vida para poder contarlo. Cuando no hay muchas revueltas la vigilancia disminuye y cuando se originan manifestaciones las entradas de vetan.

En Cataluña realmente llegan pocos exiliados. Los ex prisioneros más recientes que conoce Wangchen Lah son cuatro monjas budistas que estuvieron encarceladas durante siete años. Fueron invitadas en el mes de marzo para dar una conferencia sobre derechos humanos, para explicar su sufrimiento durante todo ese tiempo y rezar por la libertad de su tierra.

Lobsang Sangay está trabajando muy intensamente desde el exilio, con un importante apoyo de los EUA, pese a que no lo manifiesten explícitamente. Actualmente es uno de los candidatos a primer ministro en el gobierno tibetano en Dharamsala, aunque no está reconocido por ningún país ya que se trata de algo no-oficial. En la India fue elegido el miembro de autoridad ejecutiva más joven del Congreso Tibetano Juvenil, la organización no gubernamental más grande entre los expatriados.

Lamentablemente la potente China, con su potente mercado, invade todo el mundo. Según Sangay, los dirigentes políticos solo ven la fuerza económica y no ven el valor de la vida, el valor espiritual y el valor humano. Casi todo el mundo está detrás de la gran potencia asiática, para vender y comprar. En España pasa lo mismo, no dan su soporte porqué existen intereses económicos detrás. Ni la comunidad internacional ni la ONU quieren involucrarse, tan solo la ciudad del Hospitalet de Llobregat ha mostrado su soporte de forma abierta.

¿Qué es lo que posiblemente tengan más en común todos los que decidieron escaparse? Pues que a diferencia de los que viven dentro, ellos pueden votar, en unas elecciones previas, al candidato a primer ministro en Dharamsala, siempre y cuando tengan el libro verde (tarjeta de identidad y pasaporte tibetano) y sean mayores de dieciocho años. El resto lo tienen prohibido por el gobierno central. Se trata de la elección de un primer ministro sin país, que da fuerza a que todos unidos continúen luchando por la libertad.

El primer ministro en el exilio llamado kalon tripa debe asumir una gran carga durante cinco años. Tiene que ser una persona con habilidades de liderazgo fuertes, capaz de conducir un gobierno y con una visión clara. Cuando una persona está apoyada por 25 individuos, automáticamente se convierte en candidato. Actualmente son dieciséis.

Recuerdos lejanos
Wangchen Lah no tiene demasiados recuerdos de su vida antes de la invasión ya que era muy pequeño, pero sí que era feliz hasta el día de la llegada de los chinos. Para el es difícil expresar lo que sintió. Cierra los ojos y recuerda con nostalgia Kyirong, en el sur del Tíbet, en la región de U-Tsang, que significa el Valle de Felicidad -gran contradicción-. Visualiza las montañas y el río que corría al lado de su pueblo. De repente unos militares con uniformes y gorras se iban acercando poco a poco en fila. Le impresionó mucho y sintió mucho miedo al ver las armas. “A mi nadie me explicó que los chinos eran malos y peligrosos”, cuenta abriendo los ojos de nuevo. Los soldados chequean a todo el mundo: hombres, mujeres, niños y ancianos, siempre que sean tibetanos. Los colocan con los brazos levantados en posición de rendición. En su pueblo está prohibido matar a cualquier ser vivo, ni cabras, ni vacas. Si lo haces recibes un castigo.

De la fuga recuerda que su padre le subía a hombros de vez en cuando. Caminaron durante noches y noches por la nieve de las montañas del Himalaya junto a sus dos hermanos. De día tenían que esconderse bajo un gran árbol o una gran roca, porqué estaba lleno de soldados chinos vigilando el altiplano. De vez en cuando, oían tiros aislados y su padre le decía que no saliese que lo iban a matar, pero él era muy pequeño para saber lo que significaba morir.

Después de la ocupación los recuerdos son más difíciles, no son ni bonitos ni alegres, todo lo contrario. Él procura imaginar los momentos más felices, pero algunos han quedado en el olvido junto a los más dolorosos. Wangchen Lah nos invita a disfrutar del presente, del lugar en el que se encuentra uno y de lo que hacemos, sin lamentarse mirando hacia atrás. Sabe que es algo difícil, pero hay que continuar el camino sin dejar de luchar por los ideales de cada uno.

A Lobsang Sangay, pese a que no tiene recuerdos del País de las Nieves, sus padres han procurado inculcarle la cultura de su país de origen. Estudió la historia de sus antepasados en una escuela en Darjeeling. Él sabe que el Tíbet existe, pero no políticamente. Que es la meseta rodeada de la muralla montañosa más colosal jamás vista por el ser humano, aún así, el techo del mundo esta mancillado, humillado, aplastado bajo la bota de la ignorancia.

No hay nadie que tenga pasaporte tibetano porqué está prohibido y el chino, la gran mayoría, no lo quieren tener. Hay gente que no entiende que no quieran tener visado, pero el candidato a primer ministro sí, y asegura que ellos son humanos y es lógico que quieran tener su propio país ya que es muy importante y esencial para muchos de ellos.

Regresar es complicado
En una de las muchas conferencias que Thubten Wangchen realiza por todo el mundo, le preguntaron si lo que explicaba era algo que hubiese visto con sus propios ojos o se lo había contado alguien. Él se había exiliado de muy pequeño y los recuerdos que podía tener eran banales. Así pues, en el año 1986, emprendió el primer viaje, de los cuatro que realizaría, a su territorio natal para poder contar en primera persona la coacción que existía. Pero no sin antes consultar con Dalai Lama, que le dio íntegramente su apoyo.

Estuvo dos meses en Lhasa hasta que algunos amigos le dijeron que debía escapar a la India porqué estaban empezando a preguntar por él. En su tierra ya no se veían monjes con los hábitos granas ni tampoco peregrinos circunvalando los templos. Todo su pueblo, su mundo, estaba en manos de los soldados.

Generalmente, cuando entras en China hay registro de llegada y cuando te vas hay otro de salida, pero Wangchen Lah huyó en autocar con un grupo de turistas, sin pasar por ese trámite oficial. Los enemigos lo buscaron durante tres días, ya que no se había podido ir sin haber fichado, pero el ya estaba en Katmandú.
Se encontró con Dalai Lama, que le dio su bendición y le dijo que regresase a Barcelona y explicase la triste realidad. Una realidad que el gobierno chino esconde con tal de no contar la verdad de cara al exterior. Ellos muestran lo que quieren para dar buena imagen, pero lo controlan absolutamente todo: los medios de comunicación, filtran la información que llega desde el exterior, vigilan a la sociedad, la educación, etc.

En julio del año siguiente volvió como guía con un grupo de españoles que querían conocer el país de las nieves. Con esta escusa, consiguió un visado para poder viajar, y aunque iba vestido como un turista más y en su pasaporte ponía que era sherpa, las cosas no funcionaron. Lo cogieron y le interrogaron a solas mientras aseguraba que venían a conocer a Panchen Lama -un lama reconocido por los chinos-.

Lo metieron en una habitación donde había doce militares armados con fusiles. Lo registraron y le encontraron una fotografía de la que nunca se separaba, de Dalai Lama. Cuando ésto sucede, suelen detener a esa persona y imponerle una multa de mil yuans. Sintió pánico y mintió diciendo que se la habían dado en el aeropuerto. Pero entonces, los chinos jugaron su segunda carta, le mostraron una fotografía en la que salía junto al Papa de Roma y el Dalai Lama, en una cumbre de grandes religiones en la capital italiana el año 1986. Iba a ser encarcelado y asesinado aunque en su pasaporte pusiese que era nepalés. “Si hay suerte nos veremos en Barcelona, y, si no, en otra vida”, les dijo a sus amigos españoles. 

Wangchen Lah quería salir con vida de esa situación y mintió piadosamente. Dijo que sus turistas eran diplomáticos muy importantes en España y que, si le ocurría algo malo, ellos se encargarían personalmente de hacer llegar las noticias al gobierno. Gracias a éso, y cierta ayuda de Panchen Lama, lo dejaron en libertad con la condición de que todos se marchasen y no regresasen. “Por mi culpa el grupo no conoció apenas mi tierra”, explica mostrando su sentimiento de culpa.

Pero el monje número uno en España no se rinde tan fácilmente. Al mes siguiente regresó con otro grupo y con un visado nuevo. Puso unas condiciones para realizar el viaje: que no se separasen nunca de él de día y que, de noche, alguien durmiese junto a él. Hay muchos tibetanos que desaparecen de noche y, a menudo, al amanecer se encuentran sus cuerpos sin vida tras haber sido torturados y secuestrados. Luego, buscan excusas para justificar las muertes, mintiendo descaradamente. Por eso los civiles viven tan atemorizados por el gobierno central. Un día uno pasea por Lhasa, al día siguiente lo encuentran muerto en medio de alguna calle por donde transita más gente, método de Pekín para tener atemorizada a la población tibetana sin que se subleven.

Hizo el viaje un par de veces más, hasta que el el año 1987 se hizo mucho más complicado entrar debido a manifestaciones y revueltas. Expulsaron del país a todos los turistas. Desde entonces, no ha vuelto nunca más.